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Miguel del Pino

Águilas aventureras

España acoge dos ejemplares de águila de Bonelli rescatadas del tráfico ilegal en Bulgaria.

España acoge dos ejemplares de águila de Bonelli rescatadas del tráfico ilegal en Bulgaria.
Ejemplar de águila de Bonelli. | Wikipedia (Paco Gómez)

Dos águilas de Bonelli (Aquila fasciata) rescatadas del tráfico ilegal en Bulgaria el año 2010 han llegado a España para participar en un programa de salvación de la especie.

Cuando hablamos de águilas en peligro de extinción solemos pensar en las reinas del grupo, la imperial y la real, pero en esta película hay varios actores secundarios que suelen ser menos conocidos popularmente y que también están en riesgo, en algunos caos crítico.

La especie de que hoy nos ocupamos, científicamente Aquila fasciata, es una rapaz de tamaño no tan grande como las que antes citábamos: forma parte de una corte de rapaces de tamaño intermedio, como sus parientes el águila calzada y el águila culebrera.

El anterior nombre de nuestra protagonista resultaba poco afortunado a la hora de protegerla ya que se la conocía como "águila perdicera", lo que le acarreaba la aversión de los cazadores que la consideraban una competidora de su actividad, no sin cierta razón, aunque su dieta no es exclusivamente la perdiz sino un amplio abanico de aves voladoras y alguna pieza menor de otros grupos de vertebrados.

La Sociedad Española de Ornitología trató de liberarla de esta presión cambiando su apodo por el de "águila azor perdicera", basándose en su aspecto intermedio entre las verdaderas águilas y los azores, pero el intento no resultó demasiado afortunado. El actual: "águila de Bonelli" resulta bastante menos acusador y trata de mejorar la imagen de esta rapaz amenazada.

El águila de Bonelli, como a partir de ahora la llamaremos, se extiende por la Europa mediterránea y una franja asiática que llega hasta el sur de China, y también cuenta con algunas poblaciones repartidas por el norte de África, pero en el Mediterráneo la mayor población se concentra en España. En total sólo debe de quedar un máximo de 2.000 parejas en toda la extensión de su hábitat.

España, Italia y Francia por medio de sus Gobiernos y con la ayuda de diferentes fundaciones se encuentran implicadas en un proyecto de recuperación de la especie que incluye el intento de crianza en cautividad, y en el mismo se encuadra la aventura de las dos águilas rescatadas.

No sabemos cuál sería el destino que se reservaba para dos ejemplares que fueron rescatados el año 2010 en el puesto de vigilancia de Vidin, en Bulgaria, próximo al ferry que cruza el Danubio para conectar este país con Rumanía; afortunadamente los traficantes fueron interceptados y las dos águilas rescatadas llegan ahora a España quedando bajo la protección de GREFA, un centro de recuperación modélico situado en la localidad madrileña de Majadahonda.

Resulta esperanzador que un par de águilas pertenecientes a una especie en peligro sean capaces de poner a trabajar conjuntamente a instituciones de tres países diferentes: Francia, España e Italia; ésta es la parte más positiva de lo que en principio parece una noticia menor entre tantas como genera el tráfico de especies y los atentados contra la naturaleza.

En GREFA cuentan ya con amplia experiencia en el manejo de esta especie, de manera que no se podía encontrar mejor lugar de acogida para las protagonistas aladas de tal odisea: muchos ejemplares de esta rapaz y de otras próximas de la fauna ibérica, también protegidas y en situación de peligro. Si llegaran a reproducirse o pudieran ser liberadas, el éxito sería completo.

El tráfico de especies protegidas es una de las principales amenazas que sufren nuestros animales ibéricos, y especialmente las aves rapaces, pero este peligro dista mucho de ser el único ya que son numerosos los ejemplares de rapaces y carroñeras que mueren accidentalmente a causa de choques con tendidos eléctricos, o que caen víctimas de la criminal acción de los cebos envenenados.

Si recordamos la persecución sistemática que venían soportando todos los predadores ibéricos, aves o mamíferos durante la primera mitad del siglo XX, lo que resulta increíble es que en la actualidad todavía conservemos algunos efectivos, resto testimonial de lo que antaño fueron sus prósperas poblaciones. Todavía no se ha eliminado del todo el vocablo "alimaña" con el que eran conocidos en el ambiente rural: tal calificación implicaba su persecución a muerte.

Los "alimañeros" recibían plácemes y recompensas por presentarse en los ayuntamientos con los tristes despojos de rapaces, lobos, zorros, lobos y hasta osos, todo lo que tuviera la desgracia de ser considerado "dañino" para la caza o el ganado: sólo la increíble vitalidad y diversidad de la fauna española, la más importante del continente, ha hecho posible el milagro de la supervivencia.

En el momento actual es justo que destaquemos como merece la labor de los grupos de recuperación, como GREFA, que han conseguido el prestigio suficiente como para que los Gobiernos se sientan motivados para reconocer y estimular su labor; éste si es el verdadero ecologismo y sus practicantes son mucho más numerosos de lo que suele suponerse.

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